miércoles, febrero 28, 2007

Tartare de atún


Hoy, mientras me comía un delicioso tartare de atún, no he podido evitar el pensar, por unos instantes, en historias de canibalismo. He recordado a Titus Andronicus, tragedia escrita por William Shakespeare en 1593 y comparable en horror a las Euménides de Esquilo. Por el carácter de sus situaciones caníbales, Titus Andronicus puede considerarse un precursor del género gore.
Canibalismo quiere decir comer a individuos de la propia especie, mientras que la antropofagia se refiere a comer específicamente carne humana y la historia de la humanidad está plagada desde siempre, de estos dos conceptos.
No me voy a referir a tiempos prehistóricos neandertales porque en esa época comerse los unos a los otros era un auténtico festín (y además ya no me acuerdo) sino que me referiré a tiempos más modernos.
A Fernando de Magallanes se lo comieron en Mactam. Y la realidad es que no solo han habido casos de famosos comidos, sino que muchos famosos también se han dedicado a comer al prójimo. Algunas tribus indígenas de América se comían a los prisioneros de guerra tras extirparles el corazón. Pedro de Valdivia, conquistador de lo que luego se convertiría en Chile, fué capturado, torturado, asado y comido públicamente por el gran toqui araucano Lautaro.
Dicen también que el guapísimo emperador inca Atahualpa Yupanqui primero se comió a su hermano y rival Huáscar y luego, bebía el pulque servido en el mismísimo cráneo del ingerido hermano pues había convertido su sesera en botijo. Posteriormente a Atahualpa le llegó su hora cuando fué asesinado por un español poco belicista llamado Pizarro. En Africa, muchos reyes han practicado el canibalismo. Desde el antiguo rey zulú Mtombazi hasta las inconfesables atrocidades de los contemporáneos Idi Amin y Bokassa.
Atila, rey de los Hunos es considerado uno de los caníbales más pertinaces de la historia. No solo se comió el corazón de su hermano Bleda, sino que se comió a dos de sus muy numerosos hijos. El 14 de febrero de 1779 el gran navegante inglés James Cook encontró un final similar cuando fué comido en el día de San Valentín, por los nativos de Hawaii. Un siglo más tarde, cuando la última reina hawaiiana Liliuokalani visitó oficialmente Inglaterra, soltó la broma de mal gusto al afirmar que llevaba sangre inglesa porque uno de sus ancestros se había comido al famoso capitán Cook.
Ya en nuestros días y quizá por excentricidad, el pintor mejicano Diego Rivera afirmó haber comido carne humana en uno de sus viajes. El avión de deportistas uruguayos que se estrelló en los Andes y que sobrevivieron gracias a comer la carne de los cadáveres, ha sido una historia llevada a la televisión y consensuada por todo el mundo, pues se trataba de un acto de hambre y supervivencia extrema.
En cambio, comerse a otra persona cuando no se padece hambre tiene la ventaja moral de un propósito superior. La antropofagia puede estar motivada por el deseo de incorporar cualidades del bocado a la personalidad del gourmand, lo cual la convierte en un acto de amor y admiración. En la Cité Universitaire de París en 1981 el brillante estudiante japonés Issei Sagawa se comió con raciones de sashimi a su novia que mantenía en la nevera, por amor. Actualmente Issei vive en Tokio y escribe para algunas revistas de gastronomía.
La antropofagia, tampoco es ajena a la literatura. En Los viajes de Gulliver, la obra satírica de Jonathan Swift, su personaje principal es casi devorado en el país de los gigantes, a la vez que el escritor irlandés, por medio de un ensayo, planteaba su política de saneamiento de la economía inglesa, manifestando que debía de venderse a los hijos de los pobres -mientras más tiernos mejor- para manjar de la mesa de los ricos. Una solución que planteada al revés podría salvar hoy en día el hambre del mundo con tanta proteína suelta como hay.
Sin lugar a dudas, el tartare de atún ha dado para mucho. Tanto que solamente he escarbado ligeramente el tema. Incluso daría para dedicarle un blog entero y escribir las experiencias, todos los días.
Quien sabe, si encuentro colaboradores...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que nos entendemos muy bien. Cuando he visto "historias de canibalismo", se me han ocurrido 2 cosas: Aquellos deportistas que se quedaron atrapados en una montaña llena de nieve, y luego se salvaron uos cuantos porque comieron la carne de otros acompañantes del viaje. Yo vi la peli. Era imactante... Eso es para sobrevivir.

Otra historia, de mi compatriota Sagawa-kun, en París, que se comió su girlfriend horandesa guardada en la nevera... Aún no le he preguntado a mi tío de Francia, pero debía de ser un escándalo. Incluso, hace poco mi compañero me habló del tema, si los japoneses somos carníbolos... Esa expresión que tenéis: cuchi, cuchi, estás muy buena para comérmelo... He oído más de una vez con la conversaciones con las yayas... Así que Sagawa aplicó en su vida real.

La cosa es muy profunda, joanet.

Dolceviola dijo...

Ciao Joanet, la focaccia è pronta e ti ringrazio per l'attesa. Ho rimesso di nuovo la cuoca come logo, perchè anche a me piaceva di più. Saluti.

Anónimo dijo...

Y, ¿si lo has pensado mientras comías, por qué pones en wikipedia "titus andronicus" y te sale un texto exactamente igual al que tú "parafraseas"?

ejem...

pescado del dia dijo...

Porqué me lo he copiado tal cual, anónimo. Para eso es un blog personal y no una web oficial. Si no, para qué.