Trinxat
Mi destino laboral me ha llevado hoy a hacer mi lonely lunch en un país muy cercano al mío: Andorra. Yo soy básicamente un hombre de mar y, más esplícitamente, del mediterráneo. Por esa razón, y no por otra, aunque hoy en día los transportes frigoríficos sean muy rápidos y sofisticados, jamás se me ocurriría comer unos langostinos o un mero, en pleno pirineo de la Cerdanya. Es una cuestión de lógica y de principios. A cada sitio, toca lo que toca. Por lo tanto, acabada mi soporífera reunión en el pequeño país vecino, me he escapado furtivamente y sin compañía, a comer a una borda andorrana para saborear la auténtica cocina de montaña.
Una borda es una casa rural típica de la región, comparable a la masia catalana, al pazo gallego o al caserío vasco, con la diferencia que en la borda no se vivía sino que se utilizaba solamente como almacén de invierno. Muchas bordas han sido restauradas y hoy en día se pueden encontrar a modo de sobrias casas y, en muchos casos, habilitadas como restaurantes.
Siempre he dicho que hay una relación directa entre comer, beber y amar.
Por eso, mi acto de amor de hoy ha sido un trinxat de primero, y unas costillitas de cabrito de segundo. Regados con un buen Cabernet Sauvignon.
Las raíces de la gastronomía andorrana hay que buscarlas en el modo de vida de los habitantes de los valles. Los andorranos, que viven hoy de la especulación, el comercio y el contrabando, antiguamente basaban su economía en los rebaños de vacas y ovejas y en el cerdo. Por lo tanto, los alimentos de base eran la carne, la leche y el queso; de ahí proviene el queso de tupí, fermentado en un recipiente de barro con ajo y aguardiente.
El plato de verdura más típico, que he comido hoy, es el trinxat. Preparado con col verde, patatas y trozos de tocino, se suele acompañar con arenques salados y guindillas.
En invierno, con la matanza del cerdo, obtienen una gran variedad de embutidos: la donja, la bringuera, el bull, el bisbe, la llonganissa, la botifarra y el jamón, que sirven de base para los torreznos con miel.
Durante el invierno se pueden degustar también los civets de jabalí o de liebre cocinados con vino y aromatizados con chocolate, y como no, la trucha a la pizarra y las ensaladas de chicoria.
Un día en el pirineo y, para mis amigos que viven obsesionados por el cambio climático, un pirineo sin nieve.
6 comentarios:
Lamento que el concepte que tens dels andorrans es que siguin uns contrabandistes.
Amigo anónimo, creo que no has leído bien. He escrito que los andorranos además de lo que dices, viven de la especulación y del comercio, lo mismo que yo "soy ladrón, soy embustero. Me gusta el juego y el vino y tengo alma de marinero".
Trinxat!!!! Me gusta mucho la col. En realidad, la uso mucho para mis platos elaborados con un toque del oriente. Pero, nunca he conseguido a hacer un "trinxat" de prineos. Tomo nota: un día si subo a Andorra, me acordaré del famoso Trinxat. Gracias, joanet ;D
Ciao Joanet, sono passata a salutarti e per puro caso ho scoperto che sei un Artista. Provo stupore e grande ammirazione, complimenti da Dolceviola.
lover de la col, no es necesario ir a Andorra para comer un buen trinxat. Pero si vas, te recomiendo la borda de l'Esteve.
Ogni giono leggo le tue ricette, dolceviola. Ringrazio la tua visita, e le tue parole.
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