Carpaccio de buey
Hoy mi idea era salir a la mar en cuanto empezara a despuntar el alba y completar otras setenta millas hasta el puerto de Oropesa, pero he tenido que renunciar a ello. El fuerte Mestral está dando aún coletazos que llegan a fuerza 7. Siempre que en el norte de la Costa Brava, la Tramontana pega duro como está ocurriendo durante toda la semana, aquí en el sur de la costa Dorada, lo hace este viento del noroeste llamado Mestral. Navego solo y prefiero no jugármela. Si se cumple la previsión de que al mediodía este viento perderá intensidad, entonces me haré a la mar, cruzaré el ventoso delta del Ebro y recalaré seguramente en Vinarós o en Benicarló. Dependerá de la hora.
A las 13:30 me armo de valor, suelto amarras y salgo del puerto de Cambrils. La única podríamos decir ventaja, es que al ser un viento proveniente de tierra, las olas no tienen el suficiente espacio para crecer y la mar se mantiene relativamente plana. No obstante y en el puerto, ya he dejado preparada para izar una pequeña trinqueta especial para los días ventosos. La mar está de azúl intenso y moteada con borreguillos, el aire es muy transparente y la visibilidad es realmente espectacular. Apenas he cruzado la bocana, izo la trinqueta y como la vela mayor va enrollada al mástil, despliego sólo tres cuartas partes. El viento golpea por la aleta de estribor. Trinco bien el aparejo y pongo rumbo mar adentro para en unas horas, pasar por el través el delta del Ebro.
El barco navega bastante escorado devorando las millas velozmente y me doy gracias a mi mismo por la buena idea de haber izado solamente la pequeña trinqueta y no haber desplegado el génova. Aunque he pasado unos instantes de crisis, dudando si regresar o no al puerto, he bajado a la cabina, he sacado una botella de vino blanco de la nevera y me he servido una copa. Supero mi crisis y decido proseguir. Tres horas más tarde, mientras soy el único velero del horizonte, preparo mi segundo lonely lunch de a bordo. Esta noche no creo poder cenar de restaurante pues mi considerable retraso en la salida y tal como está el tiempo, seguramente me hará llegar a puerto hecho polvo. Aunque la cabina está bastante escorada y el barco se mueve, me gratino al horno unos canalones de espinacas. De segundo y para no cocinar, un carpaccio de buey con virutas de parmigiano y aceite de oliva. Mi comida, acompañada por el rugir del viento y el estremecer de las escotas, también se ve interrumpida por mis numerosas salidas y ojeteos a cubierta, controlando el rumbo y que todo vaya bien. Para beber, me termino la botella de Perelada y de postres, un generoso carajillo de whisky.
A las 18:30 cruzo el Cabo Tortosa por el través de estribor donde se encuentra el extenso delta del Ebro . Ahora la mar está bastante más movida que hace unas horas y pongo rumbo en dirección al puerto de Benicarló.
La luz del día disminuye, llega la noche y aunque la visión es diáfana, el perfil de la costa se pierde. Poco después a proa veo los destellos del faro de Peñíscola, que primero aparecen proyectando su fugaz claridad hacia el cielo y luego muestran el haz de su luz barriendo la superficie de la mar. Estos destellos me invitan a seguir mi derrota empujado por las olas que llevan la misma dirección que mi barco.
A las 23:10 entro fatigado al puerto de Benicarló. Espero tener fuerzas para terminar mi blog y no quedarme dormido encima del portátil.
2 comentarios:
Interesante experiencia sobretodo navegando en solitario. ¿Porqué no dices el nombre de tu barco en tu relato?
Hola corsario anónimo. La verdad es que me han aconsejado que, siendo un relato diario, no lo diga. Parece una gilipollez, pero he hecho caso a la advertencia. Gracias por visitar mi página.
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