domingo, octubre 22, 2006

Whale to lunch


Hace ya unos años estuve en Tokio y disfruté mucho comiendo porque allí comen como a mi me gusta. Por eso, un día me apeteció el manjar prohibido: la ballena.
Los japoneses desde hace siglos que la comen y conocen bien a esos cetáceos pero cuando en el hotel pregunté donde podría saborear un buen guiso de ballena, me pareció que estaba pidiendo información de donde comprar cocaína.
La cuestión es que ese día comí mi ración de 'kujira' y me gustó. La encontré tan deliciosa que a la próxima oportunidad que tenga, volveré a comer. Ni tuve remordimientos ecológicos ni me pareció que me estuviera comiendo la última anchoa del mundo.
Hace poco se anunciaba que Japón va a retomar la caza de ballenas con fines comerciales aunque la flota nipona ya hace años que está en aguas de la Antártida cazándolas y amparándose con una normativa que dice perseguir 'fines científicos'.
En Noruega que son muy civilizados también les gusta comer ballena. El cetáceo que cazan los noruegos es una especie que no mide más de diez metros y la llaman Minke. En Islandia por cierto, también. A las orcas, refinadas ellas, les chifla comer solo la lengua de las crías de la ballena blanca. Me pregunto si el alma de las ballenas es proporcional al tamaño de su cuerpo o es igual a la de una vaca, un cabrito o a la de una oca con el hígado hipertrofiado. También se hacía la misma pregunta el capitán Ahab en su terrible y obstinada persecución a Moby Dick la mítica ballena blanca que le hizo perder una pierna. Sea lo que fuere en el super del Corte Inglés no tienen ballena y eso que tienen de casi todo. Tendré que subirme hasta Noruega o llegar hasta Japón para saborear mi próxima ración de ballena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este verano he comido la carne de ballena en japón. Era buenísima.

¿Pasa algo?