Caí en la trampa de nuevo, eso me pasa por no saber decir que no, maldita sea. Mis vecinos me han secuestrado como cada año, invitándome a su barbacoa del primer día de mayo. Un clásico en el que siempre mantengo viva la esperanza de que este año caerá un bendito asteroide, el cambio climático generará una tormenta perfecta o un sunami inundará todos los pueblos costeros del Maresme, pero nada de eso ocurre y la mítica barbacoa tiene lugar por enésima vez en ese jardincito de siempre, escoltado por un ejército de decorativos enanos. Como es habitual el hombre de la casa, pinzas en ristre, descamisado y con cadenita de oro al cuello, es el conneseur, el gourmet de la parrilla mientras las mujeres se ocupan de la bebida y de trajinar platos. No falta el grupito de hombres también expertos, hablando todos a la vez y a voces, con cerveza en mano y pontificando: "Yo la sal, la añado siempre después, nunca antes", "La costilla, si antes la pones en salmorejo, sabe mejor", "A la paletilla de cordero hay que añadir siempre una pizca de orégano"... y luego la conversación deriva inevitablemente a lo que comen cada día, de lo más fino, de lo más caro, ni crisis ni leches, cuando salta a la vista que todo el grupito no son otra cosa que consumidores de pizzas cuatro estaciones y varitas de pescado congelado, incapaces de distinguir entre una sardina y un rodaballo. La situación supera con creces el genial artículo de José de Larra, titulado "El castellano viejo", donde se describe tal si fuera hoy, estas absurdas comilonas sociales.
Y mientras mi memoria evoca la canción barbacoa del ilustre Georgie Dann, mi vecino chef parrillero lidia un fuego excesivamente avivado, consiguiendo que las salchichas desprendan toda su grasa directamente sobre las brasas que, actuando como combustible, generan una gran llamarada que no hace otra cosa que chamuscar su pelo en pecho y de paso, carbonizar totalmente las salchichas y costillas de cordero que se encuentran sobre el fuego.
Tanto en Europa como en el norte de los Estados Unidos, hay la creencia que hacer una barbacoa es tostar carne en una parrilla cercana al fuego durante unos diez minutos y esto es un gran error. La palabra barbacoa que proviene de los indios taínes del Caribe, significa fuego sagrado y quiere decir cocción por humo a baja temperatura, lejos del fuego. Ellos enterraban a una cabra entera, bajo una hoguera, durante horas. A los conquistadores españoles les encantó la receta, pillaron la idea y la llevaron consigo en sus posteriores incursiones por las Carolinas. Un siglo después, los corsarios ingleses lo tradujeron como barbecue y los inmigrates alemanes adoptaron el sistema de cocción que habían aprendido de los españoles estableciendo el verdadero significado del concepto barbacoa: cocción por humo, durante muchas horas.
Los argentinos que aún hoy siguen esta filosofía de fuego distante y mucha paciencia, conocen bien la recompensa final de ponerle horas y horas a la cocción y obtener esa magnífica carne crujiente y rosada de inolvidable sabor. Y desde las Carolinas a la conquista del Oeste, la barbacoa llegó a Tennessee y a Memphis. Dicen, que la mejor barbacoa del mundo la puedes encontrar hoy en Smithville o en Lockhart en el estado de Texas. Pueblos desconocidos y perdidos en el mapa pero que aún conservan el método de cocción por humo. Y nada que ver con las lustrosas barbacoas que hemos visto en innumerables películas norteamericanas con jardincito y piscina, justo igual como la de mi estimado vecino.
Y también de las películas supongo, viene la moda de tener que beber la cerveza directamente de la botella, por lo que totalmente adrede le pregunto al sudoroso vecino: "¿Tienes un vaso?", mientras le muestro mi botella de cerveza. "¡Qué dices!", me responde, "la cerveza se bebe siempre directamente de la botella, hombre". Por lo que llegado a este punto, me lo pone a huevo para vengarme un poco.
Parece ser -le digo como quien no dice nada- que las ratas suelen defecar sobre los palets de cerveza y esto ha hecho disparar los casos de leptospirosis en toda Europa.
¿Lepto, qué? me dice con la misma cara de pánico de quien aún está en proceso de asimilar que carajo es esto del H1N1.
2 comentarios:
... Qué post más cómico, Joanet, me reí de principio a fin, empezando con la secuestrada y terminando con la chamuscada de la/pelusa/en/el/pecho del vecino.
Ahora sí, te digo entre nos, no tengo idea de qué es, y me quedé con la misma cara del vecino probable y penosamente, la leptospirosis ni el H1N1.
Eso sí, sé que las mejores barbacoas tejanas las he comido en el backyard de mi casa, preparadas por un tejano de verdad, aunque le discuto que eso se llama ahumado y no a la parrilla. Los tejanos no se amilanan, así que me discute de vuelta.
Cocina la carne mejor que el más antiguo de los gauchos. Penosamente, deja todo un tiradero de cacharros después de semejante creación gastronómica.
:) La leptospirosis es una enfermedad infecciosa muy común entre los animales, sobretodo en las ratas y que transmiten por su orina. Afecta muy raramente a los humanos. El resto es pura invención mía.
Del H1N1 se está hablando mucho estos días Lalodelce, es el nombre técnico con el que se ha bautizado esa gripe del cerdo, que ha mutado a los humanos y que tanto pánico mundial está provocando.
Estoy contento de haberte hecho reir, caramba!
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