Les Huîtres avec Champagne
Ernest Hemingway en su libro "París era una fiesta" escribe que el hambre es una buena disciplina. Pero unas líneas más adelante confiesa lo difícil que era resistir al hambre en la capital francesa. El mismo se convirtió en un cliente asiduo de los restaurantes llamados literarios en el Boulevard de Montparnasse que por aquél entonces estaban de moda y que aún hoy existen: De Lipp, La Coupole y La Closerie des Lilas.
Es en la misma Closerie, que funciona desde 1847 y que vió desfilar las vanguardias del arte y la literatura, Picasso, Modigliani, Paul Eluard, Apollinaire y André Breton, donde he creído que tenía que celebrar mi litúrgico lonely lunche de hoy.
Ni altas cocinas, ni guisados, ni obviamente ningún steack Hemingway flambeado al whisky. Mejor con una docena de ostras Guillardeau acompañadas de un Deutz Brut Classic. Docena que me han sabido a poco y me he pedido otra media docena más para apurar la bebida. Los puristas dicen que las ostras sobrepasan la intensidad estructural y aromática del champagne. A mi precisamente, lo que me gusta, es sentir en mi boca todo este potente sabor marítimo, sobrepasándolo todo, incluído el champagne y mi cerebro.
Después de comer iré al aeropuerto. Venir a la Closerie des Lilas ha sido un acierto, aunque pienso en los fantásticos restaurantes que tenía para escoger: La Gare de Lyón, Récamier, Maxim's, Le Boeuf sur le Toit... Tenía razón Hemingway en decir que es difícil resistir al hambre en Paris. Y es que son muchos los restaurantes con sabor a gloria.
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