Testosterona
Como como como,
bebo como bebo
y como vivo, quiero.
(joanet)
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A los hombres de mi edad, aparte de una posible e ignota sabiduría, suele ocurrirnos un fenómeno curioso: de repente, nos percatamos de poseer una misteriosa e incontrolable capacidad para transmitir dulzura y ternura, exquisiteces situadas otrora en territorio poco viril.
Descubrimos una nueva cara del poliedro mujer, eclipsada hasta ahora por sus tetas y de la que desconocíamos su existencia.
Empezamos a caminar a tientas desde un punto a partir del cual, dejamos de creer que las cosas no son, no ocurren ni se resuelven, por cojones.
Y cuando amigo, este fenómeno te aborda, no es la ignota y espontánea sabiduría la que te lo provoca sino la testosterona: esa hormona que ha regido hasta ahora en tu voz, en tus músculos, en tu machismo, en tu toro interno, y que ahora, finalmente, empieza a mimbar.
Amigo, ha llegado tu hora.
Aprenderás a no chulear ni alardear de tu incontrolable líbido. A ver crecer tu barriga, a ser muy dúctil, a dosificar tus actos de amor procurando que la parte teórica sea más interesante y mejor que la práctica.
Pero, y aquí está lo bueno, también aprenderás a ser poeta tardío, charlatán y vendedor de alfombras. A reconvertir tu potencia en esencia...
Hoy desenpolvo de nuevo mis lonely lunches después de haber comido con un buen amigo y sin embargo andrólogo.
¿Se nota?
8 comentarios:
Me ha gustado saber que los hombres evolucionan a otro tipo de seres, al más puro estilo Pokemon. Acabo de recuperar la fe.
Que disfrutes y hagas disfrutar con tu mutación ;)
Saludos :)
Bien cierto garbancita, de repente nos volvemos mansos, tiernos, pero también torpes.
Me pregunto por el nivel de testosterona que debe tener el gran jefe Bush...
Entre tanto cuento y gracia masculina, me imagino que lo que uno quiere vender a estas alturas son alfombras voladoras.
Salute!
Ciao Joanet.
BENTORNATO!!
Cierto lalodelce, el truco es intentar vender lo que ya no hay...
Me moví por West Coast pero no pude llegar a Portland. Me hubiera encantado! Tampoco tenía conmigo mi portátil y eso me quitó posibilidades de intervenir en tu post.
Ciao Dolceviola. Grazzie. Speriamo bene
Ahhh Bienvenido amic, cómo extrañé tus lunchs de sabiduría.
Veo que has descubierto lo mejor del amor, como García Márquez en EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA...bienvenido al refinamiento de la tercera edad (este 28 de mayo cumplí 49 años).
un abrazo de champagne y confetti.
Martes, 12 de junio de 2007.
Cuarentena
Con qué ferocidad y a qué hora importuna
salen tus veinte años de la fotografía
para exigirme cuentas.
En los ojos heridos por la luz
sostienes la mirada de mis sombras,
en el descaro de tus profecías
desdeñas la lealtad de mis recuerdos,
en la piel transparente
anegas el cansancio de mi piel
y defines mis años por traiciones.
No escandalices más,
hablemos si tú quieres,
elige tú las armas y el paisaje
de la conversación,
y espera a que se vayan
los invitados a la cena fría
de mis cuarenta años.
Por evaporaciones,
como las aguas sucias de los charcos
se acercan a las nubes,
caminaré contigo
hasta la plaza de tu juventud.
Allí están los magníficos
árboles de las ciencias y las letras
con sus palabras en el mes de mayo,
y el orden de los números
a la orilla del tiempo,
más cerca de las sumas que de las divisiones.
Imagino tu voz, supongo el aire
-porque a veces regresa hasta mis labios
en noches de espesura-
con el que afirmarás
que toda libertad es una roca,
que no faltan el viento y las razones,
sino la voluntad en el timón,
para gritar después que mi conciencia
es ya ropa tendida,
palabras puestas a secar.
Tendrás razón. No digo
ni la mitad de lo que siento.
Pero recuerda que mi soledad,
la que arde en mi lámpara de desaparecido,
es el silencio de las causas públicas.
Y puedes comprenderme:
mis mujeres dormidas,
el cajón de los barcos indefensos,
un teléfono antiguo...,
todas las tachaduras se parecen
a la inquietud que sufres
ante la vida en blanco.
Ya que fuerzas mis sombras con tu luz
comprende mi silencio en tus exclamaciones.
Porque sabes que sé
el lado frágil de la impertinencia,
lo que hay de imitación en tu seguridad,
la certeza que llega de los otros
para empujarte
por el afán de ser el elegido,
por el deseo de gustar,
hasta vivir de oídas en muchas ocasiones.
Aceptaré las quejas, si tú me reconoces
la legitimidad de la impostura.
Ahora que necesito
meditar lo que creo
en busca de un destino soportable,
me acerco a ti,
porque sabías meditar tus dudas.
Cuando tengas la edad que se avecina,
admitirás el tiempo de los encajadores,
la piel gastada y resistente,
el tono bajo de la voz
y el corazón cansado de elegir
sombras de pie o luz arrodillada.
Después de lo que he visto y lo que tú verás,
no es un mal resultado, te lo juro.
Baja conmigo al día,
ven hasta los paisajes verdaderos
en los que discutimos,
y me agradecerás
la difícil tarea de tu supervivencia.
Luis García Montero
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