domingo, octubre 26, 2008

Cuentos de Calleja y tortilla a la paisana


El primer restaurante de mi vida del que guardo consciencia fué la Fonda Europa de Granollers. Todos los jueves había mercado y mientras mi padre se dedicaba a sus gestiones laborales, mi madre y yo deambulábamos por las caóticas y estrechas calles de la ciudad, deseando que llegara la hora de comer para reunirnos con él en el restaurante de la Fonda. Aquél inmenso comedor, se llenaba rápidamente de tratantes y viajantes. Me fascinaban sus paredes adornadas con pinturas murales, de un devaluado realismo-socialista, representando ingenuos motivos del afanado mundo rural en las cuatro estaciones del año. Allí descubrí por primera vez que los camareros iban siempre enchaquetados y con pajarita como si fueran músicos, traían puesta una blanca servilleta en el brazo y nos cambiaban contínuamente los platos y los cubiertos. Observé que era un distinto modo de comer, cada uno pedía lo que quería y lo que le venía en gana. Luego los lustrados camareros lo traían rápido y humeante desde la que intuía debía ser una enorme cocina. Las personas mayores que comían en nuestra mesa me ignoraban totalmente mientras charlaban, comían, bebían y fumaban en lo que parecía un jolgorio. Fué en aquél tiempo cuando me aventuré a mis primeros pinitos gastronómicos aunque siempre bajo control materno.
Mi gran descubrimiento fué la Tortilla a la Paisana. Una tortilla como la que hacía mi madre pero rellena de patata, cebolla, guisantes, pimientos, jamón cortados a daditos pequeños y después salteado. Esta suculenta tortilla de origen castellano-leonés, fué para mi entonces tierno paladar, todo un salto hacia el mundo de los sabores adultos.
Ya llegando al final, cuando el gran comedor se llenaba de voces, de humo de cigarros y corría un penetrante olor a café con anís, era cuando el camarero gordo, aunque yo aún no sabía leer, me regalaba un par de diminutos Cuentos de Calleja.
La Fonda Europa es el establecimiento hostelero más antíguo de Cataluña. La familia Parellada dirige el negocio sin interrupción desde 1714, época en que los viajantes que iban o volvían de Francia hacían un alto en el camino para degustar sus ya por entonces preciados platos, pasar la noche y continuar al día siguiente su camino.
Hoy he hecho un alto en mi camino y he comido en la Fonda Europa. En su extensa carta ya no aparece la Tortilla a la Paisana porque supongo que en los tiempos que corren, ya nadie va al restaurante a comerse una tortilla.
En cuanto los Cuentos de Calleja, desaparecieron del mapa allí por 1958...

1 comentario:

Lalodelce dijo...

Qué de historias tienes, Joanet!

Hasta puedo oler los aromas del restaurante. Y tus cuentos de la niñez me trajeron a la memoria los míos. Cada fin de semana con los abuelos, habían dos o tres visitas al kiosko del revistero, o a la librería Dismo. Para mi no había placer más grande. Eso y los mimos y cocina de mi abuela.

Y cada que mis padres se iban a la tanda (película vespertina), nos traían a mi hermano y a mí unas revistas. Era de rigor. Y cuántas navidades y cumpleaños se festejaban con libros y cuentos, eran el regalo de rigor.

Buena comida, buen leer, buen arte, buen vivir ... y buen vino, infaltables. Puedo vivir sin buen chocolate.